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Siglo XX y Contemporáneo: En los tiempos modernos, el amor verdadero se ha vuelto cada vez más asociado con la idea de encontrar una «alma gemela», una persona con quien uno puede conectarse profundamente en todos los niveles.

Es verdad que no somos autosuficientes, pero es nuestro compromiso aprender a amar adultamente, comprender la diferencia entre pedir y exigir, aceptar que el otro puede no tener o no querer darnos lo que hoy necesitamos, y aprender la diferencia que existe entre renunciar y sacrificarse.

A menudo lo hacemos: nos enamoramos del amor. Tendemos a alimentar un ideal, ese que durante generaciones nos ha transmitido la imagen del amor romántico.

Para concluir, buscar y encontrar una pareja puede ser más fácil de lo que pensamos. Sin embargo, el amor verdadero no solo se encuentra sino que se trabaja cada día para hacer de ese hallazgo un proyecto, de ese amor una seguridad y una ilusión con la que crecer como personas haciendo equipo, dando forma a la felicidad.

Todos somos diferentes y tenemos que trabajar diversas áreas de nuestro desarrollo particular. Sin embargo, quien ama de verdad no permitirá que sus tareas pendientes destruyan la autoestima y la felicidad de su ser amado.

Se ve en los pequeños actos cotidianos de bondad y consideración, en la forma en que las parejas se comunican y resuelven conflictos, y en el apoyo mutuo que se brindan en los buenos y malos momentos.

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El psicósymbol Carl Rogers afirmaba que “el amor verdadero permite a cada persona ser lo que realmente es” (Rogers, 1961). Esto significa alentar y apoyar a la pareja en su crecimiento private.

Se ajuste o no esta definición a la que anida en ti y determina tu forma de relacionarte, lo cierto es que conseguir no depender de los demás es, sin lugar a dudas, uno de los grandes desafíos de los que luchamos diariamente por una vida plena, es decir, de los que pretendemos ser felices; de los que sabemos que no declararse pendiente de la mirada del otro, de su aprobación o de su aplauso, tiene costos, y que estamos dispuestos a pagarlos, aunque no son para nada baratos.

La sorpresa, la intriga, el desconcierto… De pronto damos con alguien que nos atrae por muchos más aspectos que la mera apariencia. Hay una conexión temprana que rompe todos los patrones que hasta el momento habíamos vivido. Esa complicidad casi inmediata nos atrae y nos inquieta.

Sin embargo, debemos tenerlo claro, la pareja perfecta en realidad es aquella capaz de resolver los problemas a través del respeto, del compromiso y de la estabilidad. Es no coincidir en todo, pero disponer de unos mismos valores donde trabajar en conjunto, por un mismo proyecto aceptando las diferencias.

Por curioso que resulte, los terapeutas de pareja se encuentran muy a menudo con este mismo dilema: el tener que explicar a sus pacientes qué es eso a lo que llamamos “amor verdadero”. Cabe decir también que cada vez que iniciamos una relación nos decimos a nosotros mismos que lo hemos encontrado.

Nada es verdadero hasta que nosotros mismos le damos autenticidad. Esto en el ámbito del amor se traduce en algo muy very get more info simple: en luchar por aquello que de verdad merece la pena, en darle valor a lo que enciende nuestro corazón.

La dependencia y el amor están tan reñidos que si les obligamos a coexistir, se destruyen. Nadie en la vida tiene la responsabilidad de completar lo que nos falta.

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